¿Es la felicidad un destino o un viaje?

La fijación de objetivos es un término grabado a fuego en nuestra psique desde una edad temprana. Se nos dice que los objetivos representan la piedra angular de toda victoria, sin tener en cuenta los fundamentos que son cruciales para apoyar esos objetivos y lo que realmente importa: el viaje.

Aunque este consejo tiene cierto mérito, le sorprenderá saber que muchas personas de éxito empezaron con pocos o ningún objetivo, y aun así consiguieron un éxito notable. Su motivación subyacente se basaba en la mejora continua y la adquisición de valiosas habilidades.

“El viaje para alcanzar tus objetivos supera con creces el propio objetivo”. Reflexione sobre un objetivo importante que haya alcanzado el año pasado. ¿Habrías alcanzado la meta si no fuera por los pasos dados para llegar a ella?

Cuando era más joven, recuerdo que hablaba con mis amigos sobre lo maravilloso que iba a ser el futuro. Nos hacía mucha ilusión crecer y ser profesores, artistas y cantantes.  Ahora que soy una adulta con una carrera, todavía me encuentro atrapada en la burbuja de pensar que el futuro será una fuente de felicidad, como si fuera un destino que todos estamos tratando de alcanzar en lugar de algo que podemos tener en este momento.

La felicidad es un viaje, no un destino Buda

Dicen que la vida es un viaje, así que disfruta del trayecto. Cuántas veces lo olvidamos. Pero ¿cómo se puede disfrutar cuando siempre parece haber algún obstáculo que superar y alguna persona que te da problemas? Parece que nunca es suficiente. Te comprometes contigo mismo a que si logras este o aquel objetivo, serás feliz. Sin embargo, la consecución del objetivo nos proporciona una alegría de corta duración y luego volvemos a sentir que nos falta algo. ¿Y si lo miramos desde una perspectiva diferente? ¿Y si dejamos de centrarnos tanto en el objetivo y prestamos más atención al camino que nos lleva a él?

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Sí, claro que sí. Los objetivos nos dan esperanza y algo que esperar. Alcanzar un objetivo nos hace sentirnos bien con nosotros mismos y puede ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestros seres queridos. La vida sería terriblemente mundana si no tuviéramos algo por lo que trabajar. Sin embargo, para lograr el objetivo, necesitas recursos y necesitas crecer como persona, así como hacer crecer tus habilidades y capacidades, y ahí es donde está la parte interesante. Ahí es donde está la diversión.

La felicidad es un viaje que significa

A la mayoría de nosotros se nos hace creer que la felicidad es un destino final, que se puede alcanzar si tomamos las decisiones correctas, aprendemos de nuestros errores y seguimos avanzando. Nos enseñan que, una vez que la encontremos por fin, estaremos satisfechos para siempre en nuestras vidas, y así vivimos sintiéndonos abrumados e inadecuados, persiguiendo este sueño, sin pararnos a cuestionar si es, de hecho, defectuoso.

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La realidad es que es defectuoso. La “felicidad” no es un destino. Es un estado mental, y no necesitas estar en él cada momento de cada día. Eso no sólo es imposible, sino que además no es saludable. La vida es compleja e incierta. Los altibajos son normales. El día que consigas ese ascenso que tanto has deseado puede ser también el día en que sufras tu primer desengaño. ¿Cómo puedes experimentar la felicidad si no conoces la tristeza y el dolor?

Tardé 39 años en comprender esto. Hasta ese momento, había creído que si marcaba una serie de casillas (carrera profesional llamativa, casa de dos pisos, coche rápido, viajes internacionales) alcanzaría el “éxito” y viviría mis días feliz. Pero una vez que llegué a ese lugar, seguí sintiéndome insatisfecha. Me di cuenta de que la forma en que había definido el éxito se basaba en la definición de otra persona. ¿Qué me faltaba? Las cosas que me hacían verdaderamente feliz -la conexión humana, el impacto positivo en la vida de los demás y el estar presente- habían sido dejadas de lado por mi búsqueda del éxito.

La felicidad es una elección, no un destino

“La felicidad no es un destino”, dicen. “Es un viaje”. Es una mentalidad, una perspectiva, una elección. Y no tiene nada que ver con alcanzar finalmente el Santo Grial de la dicha anticipada y buscada.

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Si quieres ayudarte a ti mismo, ayuda a otra persona.  Resulta que es cierto. Y hay investigaciones que lo respaldan. Crear valor para los demás tiene algo intrínsecamente elevado. No sólo tu propia autoestima recibe un impulso colateral, sino que tu sentido de propósito -el valor percibido de tu propia vida- también lo hace.

Hay innumerables historias inspiradoras de personas que han sido felices a pesar de sus circunstancias. Nos sentimos humildes e inspirados por ellos porque, no sólo viven su felicidad, sino que la exudan.

De todas las cosas que la gente feliz sabe sobre ser genuinamente feliz, la más importante, sin duda, es ésta:  La felicidad no es un destino.  Está aquí y ahora, en cada paso del viaje.

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