Volcán Snæfellsjökull
La categoría de ficción subterránea existía mucho antes de Verne. Sin embargo, su novela se distingue por su ciencia victoriana bien documentada y su contribución inventiva al subgénero de ciencia ficción de los viajes en el tiempo: la innovación de Verne fue el concepto de un reino prehistórico que todavía existe en el mundo actual. El viaje inspiró a muchos autores posteriores, como Sir Arthur Conan Doyle en su novela El mundo perdido y Edgar Rice Burroughs en su serie Pellucidar.
La historia comienza en mayo de 1863, en la casa del profesor Otto Lidenbrock en Hamburgo, Alemania. Mientras hojean un manuscrito rúnico original de una saga islandesa, Lidenbrock y su sobrino Axel encuentran una nota codificada escrita en escritura rúnica junto con el nombre de un alquimista islandés del siglo XVI, Arne Saknussemm. Traducida al inglés, la nota dice
A finales de junio llegan al volcán y se adentran en las entrañas de la tierra, encontrando muchos peligros y fenómenos extraños. Después de tomar un desvío equivocado, se quedan sin agua y Axel casi perece, pero Hans los salva a todos entrando en un río subterráneo, que dispara una corriente de agua que Lidenbrock y Axel llaman “Hansbach” en honor del guía. Ilustración de Édouard Riou de un ictiosaurio luchando contra un plesiosaurio.
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Viaje de Snæfellsjökull al centro de la tierra
Bienvenido a Snæfells, una pequeña península al oeste de Islandia, a unos 190 km de Reikiavik. Dadas las carreteras de la isla (70 Km/h como máximo) y su densidad de población, el lugar está básicamente en lo que yo llamaría el medio de la nada. No hay ningún pueblo importante en el camino, salvo el pueblo pesquero de Stykkishólmur (1.100 habitantes), un antiguo puesto comercial del siglo XVI. Nada… excepto la entrada al centro de la Tierra. O, al menos, eso es lo que dice la obra de Julio Verne Un viaje al centro de la Tierra (1864).
En su novela, Julio Verne describe cómo la expedición del profesor Otto Lidenbrock viaja hasta un volcán en Islandia, que cree que conduce al centro de la Tierra tras descifrar unas antiguas notas en un manuscrito rúnico (capítulo XV):
Comenzamos a escalar las escarpadas laderas del Snæfell. Su cumbre nevada, por una ilusión óptica no infrecuente en las montañas, parecía estar cerca de nosotros, y sin embargo, ¡cuántas horas cansadas nos llevó alcanzarla! Las piedras, que no se adherían a la tierra ni a las raíces fibrosas de la vegetación, rodaban bajo nuestros pies y se precipitaban por el precipicio con la rapidez de una avalancha.
Parque Nacional de Snæfellsjökull
Cuando me preguntan cuál es la razón principal por la que decidí ir y gastar mi dinero duramente ganado en un país tan caro como Islandia, la mayoría de mis colegas concluyen fácilmente que fue por la Aurora Boreal. La verdad es que ver la Aurora era la menor de mis prioridades, si el cielo se ilumina con colores danzantes una noche, lo consideraré como un extra. Pero la motivación y quizás la razón principal por la que me aventuré a ir a Islandia en primer lugar, es por una sola imagen, concretamente por una montaña: Kirkjufell.
Esta belleza de 463 metros de altura, aislada de tierra firme, como si fuera de reciente creación y acabara de salir del mar, es considerablemente una de las montañas más bellas del país, si no la más bella. La montaña, de forma única y simétrica según el ángulo desde el que se mire, no se parece a ninguna otra montaña del mundo, tiene un aspecto insólito y surrealista, como si fuera producto de la imaginación de uno, y estar finalmente frente a ella es realmente soñar con los ojos abiertos.