Citas de Santa Teresa de Ávila
Teresa de Cepeda y Ahumada nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515 en el seno de una familia noble española. Se dice que su familia descendía de “conversos” o judíos que fueron obligados a convertirse al cristianismo durante la Inquisición.
Teresa era extrovertida y aventurera de niña; una historia cuenta que ella y su hermano Rodrigo se fueron “a buscar a los moros” para sacrificarse por Jesús; afortunadamente, un tío intervino y trajo a los niños a casa.
Su madre murió cuando Teresa era una adolescente, y desarrolló una gran devoción a María tras la muerte de su madre. Al no saber qué hacer con su hija de gran espíritu, su padre la internó en un convento carmelita cuando tenía 16 años. A los 18 años, entró oficialmente en la vida religiosa.
Teresa estudió teología, incluyendo los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio de Loyola, y las “Confesiones” de San Agustín. Se consideraba a sí misma como una gran pecadora y sentía una conexión con la vida de Agustín.
Cuando sólo tenía 24 años, Teresa enfermó de malaria. Estuvo tan gravemente enferma -inconsciente durante cuatro días- que se pensó que estaba muerta y se preparó una tumba para ella. Se despertó y quedó parcialmente paralizada durante un tiempo. Nunca se recuperó del todo y pasó los siguientes años en oración contemplativa.
Santa Teresa de Ávila patrona de
Teresa de Ávila (nacida Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada; 28 de marzo de 1515 – 4 o 15 de octubre de 1582),[a] también llamada Santa Teresa de Jesús, fue una noble española llamada a la vida conventual en la Iglesia católica. Monja carmelita, destacada mística española, reformadora religiosa, escritora, teóloga de la vida contemplativa y de la oración mental, obtuvo la rara distinción de ser declarada Doctora de la Iglesia. Activa durante la Reforma Católica, reformó las Órdenes Carmelitas tanto de mujeres como de hombres[4] Al movimiento que ella inició se unió más tarde el fraile carmelita español más joven y místico Juan de la Cruz. Este movimiento condujo a la creación de los Carmelitas Descalzos. En 1580 se promulgó un decreto papal que aprobaba la separación de la antigua orden[5].
Teresa, que había sido una celebridad social en su provincia natal, se vio afectada por pérdidas familiares tempranas y por la mala salud. En su madurez, se convirtió en la figura central de un movimiento de renovación espiritual y monástica nacido de una convicción interior y perfeccionado por la práctica ascética. También estuvo en el centro de una profunda controversia eclesiástica al enfrentarse a la laxitud generalizada en su orden en el contexto de la reforma protestante que se extendía por Europa y la Inquisición española que imponía la disciplina eclesiástica en su país. Las consecuencias se prolongaron más allá de su vida. Un legado papal la describió como una “femina inquieta, desobediente y obstinada que, bajo el título de devoción, inventaba malas doctrinas, moviéndose fuera del claustro en contra de las reglas del Concilio de Trento y de sus prelados; enseñando como maestra en contra de las órdenes de Pablo de que las mujeres no debían enseñar”[6].
Dónde está enterrada Santa Teresa de Ávila
Teresa de Ahumada nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. Tras la muerte de su esposa y con dos hijos, Alonso de Cepeda, su padre, se casó con Beatriz de Ahumada. Teresa fue la tercera de los diez hijos del matrimonio. Creció en un ambiente muy religioso, en el que desarrolló desde muy temprana edad una notable sensibilidad por lo trascendente. En una sociedad analfabeta, sus padres le inculcaron precozmente la devoción por la lectura.
Perdió a su madre a los trece años. Este golpe y las crisis propias de la adolescencia agravaron un problema afectivo que la arrastraría dolorosamente hacia su conversión definitiva. Agraciada físicamente y con grandes habilidades sociales, pronto triunfó en “la vanidad del mundo”. Tras una feroz batalla interior, tomó la decisión de ser religiosa mientras estaba en el internado de Nuestra Señora de Gracia. Pensaba que era un estado mejor y un camino más seguro hacia la salvación. Además, no le gustaban las condiciones en las que vivían las mujeres casadas de su entorno. La movía más el miedo que el amor.
Oración de Santa Teresa de Ávila
Comenzamos nuestro viaje en la ciudad de Ávila, lugar de nacimiento de Teresa, a unos setenta kilómetros de Madrid. Es una hermosa ciudad amurallada, que cuenta con una fabulosa muralla conservada con 88 torreones y nos alojamos en el Parador de Ávila, justo dentro de las murallas. Es un edificio precioso que ocupa el lugar del antiguo palacio de Piedras Albas, del siglo XVI. Nuestras habitaciones eran amplias, con mobiliario antiguo y todas las comodidades.
Huellas Teresa de Jesús” es un concepto de camino iniciado hace dos años para seguir los pasos de Santa Teresa y una forma estupenda de ver una parte de España poco conocida. En total hay diecisiete ciudades en las que ella creó fundaciones y la primera de ellas está en Ávila. El convento de San José se construyó en 1562 y ha sido declarado monumento nacional.
Ávila es una ciudad encantadora para pasear. Las calles medievales están llenas de bares y tiendas. Y una parada para tomar cuatro cervezas y un vino blanco nos costó la principesca suma de 9,50 euros. El Convento de Santa Teresa, del siglo XVII, está construido en el emplazamiento de la casa de Teresa y contiene algunas de sus reliquias, como su dedo anular, la suela de su sandalia y el bastón que utilizó más tarde. También hay una fabulosa basílica fuera de las murallas que marca el lugar del martirio de San Vicente. La propia Teresa, a los siete años, se escapó con su hermano en busca del martirio de los moros, pero su tío la vio fuera de las murallas y la llevó a casa. También visitamos el lugar donde la encontró, conocido como los “Cuatro Postes”. De Ávila pasamos a Toledo y a la quinta “fundación” de Teresa, como ella llamaba a sus conventos. Nos alojamos en el convento carmelita de la Plaza de Carmelitas des Calzos. Las habitaciones eran celdas originales, pero se habían añadido baños en suite. Aquí viven tres sacerdotes y dos monjes. Ahora estaba encontrando mi monja interior.