Desgarros en el tejido del pasado: Nuevas teorías de la narrativa y

Más de una década antes de publicar Cien años de soledad, Gabriel García Márquez viajó a Europa como reportero del diario colombiano El Espectador. Permaneció en el continente entre 1955 y 1957, un periodo plagado de paradojas y transformaciones. Mientras que las reformas de desestalinización de Nikita Khrushchev y la retórica de la política exterior sobre la “coexistencia pacífica” prometían una transformación de la vida bajo la influencia soviética, la brutal gestión de la revolución húngara de 1956 decía todo lo contrario. Para ver por sí mismo las realidades de la vida en condiciones tan contradictorias, García Márquez se embarcó en una serie de visitas a través de los países del Bloque del Este.

El libro escrito sobre sus viajes, publicado en 1978, parece documentar un único viaje de tres meses a través del Bloque del Este; en realidad, recopila los informes de García Márquez de varios viajes distintos: un viaje en tren secreto a Checoslovaquia y Polonia en 1955, una visita a Leipzig y Berlín Oriental en 1957, y un viaje a Moscú como delegado extranjero al Festival Mundial de la Juventud, seguido de Hungría, que hasta entonces había estado cerrada a los extranjeros. A través de estos destinos, García Márquez ofrece una breve visión de un amplio abanico de experiencias, una mirada a la vez inevitablemente ajena y profundamente perspicaz, entablando conversaciones personales siempre que es posible.

Eileen Aldis | Español

Varios años después de aquellas primeras lecturas logré mi objetivo de hacer un circuito por el territorio natal de García Márquez en el norte de Colombia, desde Barranquilla, donde trabajó como reportero en los años 50, hasta Cartagena, donde tuvo una casa durante muchos años.

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Mi ruta me llevó, vía Santa Marta, a Aracataca, lugar de nacimiento de García Márquez e inspiración de la ciudad ficticia de Macondo. De ahí a Valledupar, cuna de la música vallenata que fue uno de los grandes amores del escritor. Mi siguiente parada fue Santa Cruz de Mompox (o Mompós). No se puede dudar de la relación histórica de García Márquez con algunos lugares, pero en mi opinión Mompox ocupa un lugar bastante curioso en la historia de García Márquez.

A menudo se le elogia como un lugar muy propio de García Márquez, que tiene “un extraño parecido con Macondo”, dicen algunos, y que se utilizó como escenario en las versiones cinematográficas de Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera. Y es cierto que su mujer vivió allí durante un tiempo, pero ¿fue alguna vez el propio García Márquez? Hay cierta controversia al respecto.

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La verdad es que empecé a leer este libro con prejuicios, porque pensé que Márquez estaba enmascarando algo como los demás opositores pero me engañó totalmente. Estoy seguro que si hubiera hecho una propaganda socialista, este libro hubiera gustado más. Es un libro muy acertado porque el autor hace hincapié en la eternidad de las personas en este periodo . Por lo tanto, las personas interesadas en la Europa socialista deberían leer este libro para ser testigos presenciales.

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En realidad, empecé a leer este libro con prejuicios, porque pensé que Márquez estaba enmascarando algunas cosas como los demás opositores, pero me engañó totalmente. Estoy seguro que si hubiera hecho una propaganda socialista, este libro hubiera gustado más. Es un libro muy acertado porque el autor hace hincapié en la eternidad de las personas en este periodo . Por lo tanto, las personas interesadas en la Europa socialista deben leer este libro ser un testigo ocular.

Se trata de un viaje en un tiempo que ha pasado y en lugares que ya no son los mismos. Las observaciones de un periodista y autor me hicieron divagar, reír, aprender y comprender. Su lectura fue agradable.

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“Me siento latinoamericano en todos los países, pero sin resignar nunca las ilusiones de mi tierra, Aracataca, a la que volví un día y descubrí, que entre la realidad y la nostalgia, estaba la materia prima de mi obra.” – Gabriel García Márquez, La fragancia de la guayaba, 1982

A veces lo que es obvio esconde lo que es importante. Gabriel García Márquez es más conocido como el artífice por excelencia del género “realismo mágico”, que por su profunda pasión por el oficio del periodismo que le llevó a recorrer -con afán de cronista y ritmo vallenato en su paso- innumerables cafés, redacciones y continentes.

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Gabo, o Gabito, como lo conocían sus amigos de Aracataca, un pueblo camuflado entre las plantaciones de banano de la costa caribeña colombiana, hizo un periodismo que pocos reconocen, un periodismo militantemente comprometido con un contexto nacional y global. Los asuntos internacionales, y en particular los pueblos que se levantaron contra el imperialismo estadounidense, fueron la tinta de su pluma. En lugar de escudarse en la súbita fama producida por la publicación de Cien años de soledad en 1967, con los años se radicalizó y afinó su escritura con un humor ácido deudor de quienes se criaron en aquella “aldea de 20 casas de barro y caña construida a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaba por un lecho de piedras pulidas, enormes y blancas como huevos prehistóricos”.

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