Por qué Velázquez es un gran pintor

Redescubierto en el siglo XIX, su obra se convirtió en un estímulo esencial para el desarrollo de la pintura moderna, sobre todo el Realismo y el Impresionismo. Velázquez desarrolló su carrera en la cosmopolita corte de Felipe IV, rodeado de los cuadros de Rafael, Tiziano, Tintoretto, Rubens y Van Dyck que formaban el núcleo de la colección de pintura más importante de Europa en la primera mitad del siglo XVII, colección que él mismo contribuyó a ampliar mediante compras en Italia.

Sus obras fueron admiradas no sólo en la corte de Madrid, sino también en la corte imperial de Viena, para la que realizó una serie de retratos, y en la corte papal de Roma, donde fue recibido triunfalmente casi al final de su vida, durante su segundo viaje a Italia. Aunque Velázquez suele ser considerado un maestro realista, esta monografía trata de explorar otras vías de interpretación examinando su compleja relación con el clasicismo y las tendencias más progresistas de la pintura de su época.

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Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras. Se le reconoce como pintor universal, pero su reconocimiento llegó tarde, hacia 1850. Alcanzó su máxima fama en la misma época que los pintores impresionistas, para los que fue un referente. Manet quedó tan impresionado con su obra que le llamó “pintor de pintores” y “el más grande pintor que ha existido”. La mayor parte de sus cuadros se conservan en el Museo del Prado.

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Sus padres fueron Juan Rodríguez de Silva, nacido en Sevilla de origen portugués, y Jerónima Velázquez, también nacida en Sevilla. Se casaron en la misma iglesia de San Pedro el 28 de diciembre de 1597. Diego, primogénito de ocho hermanos, sería el mayor de ellos. Velázquez adoptó el apellido de su madre según la costumbre generalizada en Andalucía, aunque hacia la mitad de su vida también firmaba a veces “Silva Velázquez”.

Se ha dicho que la familia pertenecía a la nobleza de la ciudad. Aunque Velázquez afirmaba tener sangre noble, no hay pruebas suficientes para demostrarlo. El padre, tal vez noble, era notario eclesiástico. Ocupó un cargo que sólo podía corresponder a los niveles más bajos de la nobleza y debió vivir modestamente. Su abuelo materno, Juan Velázquez Moreno, era manguero, un oficio considerado demasiado “común” para la nobleza. Consiguió ahorrar suficiente dinero para invertir en bienes inmuebles. En 1609, el recaudador de impuestos de Sevilla comenzó a devolver el impuesto sobre la carne al bisabuelo de Andrés, y en 1613 lo hizo también con su padre y su abuelo. Velázquez no tuvo que pagar el impuesto porque se hizo mayor de edad. Sin embargo, esto no fue suficiente para demostrar su nobleza: el Consejo de Órdenes Militares abrió un expediente en los años 50 para determinar si el abuelo de Velázquez era noble y lo reconoció como tal sólo en Portugal y Galicia.

Pintor de la corte de Velázquez

La anécdota resume muy bien la paradoja de la carrera del artista español: su incesante búsqueda del ascenso social, pero su negativa a halagar en el lienzo a quienes tenían la llave para conseguirlo. Y el hecho de que esta historia tenga como escenario Italia subraya el efecto decisivo de sus visitas a la península tanto en su arte como en la realización de sus ambiciones mundanas.

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La polifacética relación de Velázquez con Italia es el tema de una fascinante exposición en el Palacio Ruspoli (donde continúa hasta el 30 de junio). Comisariada con una admirable mezcla de conocimiento y evidente entusiasmo por el Prado, que ha sido excepcionalmente generoso en sus préstamos, con obras adicionales de otras colecciones de España, Francia, Alemania, Italia, Hungría, Puerto Rico, Rusia y Estados Unidos, la muestra (y su catálogo) puede presumir de ser la más importante dedicada a Velázquez desde hace más de una década.

Desanimado a dedicar su vida a pintar cuadros religiosos, la única alternativa seria de Velázquez fue conseguir un empleo en la Corte de Madrid. Esto lo consiguió a una edad notablemente temprana, adquiriendo la protección del poderoso Conde Duque de Olivares -representado aquí por un sorprendente retrato de cuerpo entero- y poco después del Rey Felipe IV, que posteriormente concedió al artista derechos más o menos exclusivos sobre la imagen real.

Infanta Velázquez

Fue propietaria -por compra o por herencia- de un mestizo esclavizado, Juan de Pareja, que le sirvió de ayudante y cuyo retrato (Metropolitan Museum of Art, Nueva York) pintó Velázquez en 1650.

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En 1650, Velázquez firmó un acta notarial por la que concedía la libertad a de Pareja, que entró en vigor en 1654; véase Jennifer Montagu, “Velázquez Marginalia: His Slave Juan De Pareja and His Illegitimate Son Antonio’, The Burlington Magazine, vol. 125, nº 968, 1983, 683-85; JSTOR, <http://www.jstor.org/stable/881386> consultado el 5 de agosto de 2021.)En 1653, “Velázquez presentó una queja oficial a Felipe IV solicitando la retirada de un esclavo negro encadenado que servía de guardia junto a la puerta de la cocina del rey”. (‘Juan de Pareja (1606-1670)’, The Met [en línea], s.f., <https://www.metmuseum.org/art/collection/search/437869> consultado el 5 de agosto de 2021).

Una sirvienta machaca ajos en un mortero, y otros ingredientes están esparcidos por la mesa: pescado, huevos, un pimiento rojo marchito y una jarra de barro que probablemente contenga aceite de oliva. Una mujer mayor señala hacia ella, como si le diera instrucciones o la regañara por trabajar demasiado, o puede estar dibujando…

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