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Los animales en el espacio sirvieron originalmente para probar la capacidad de supervivencia de los vuelos espaciales, antes de que se intentaran los vuelos espaciales humanos. Más tarde, se llevaron a cabo vuelos con otros animales no humanos para investigar diversos procesos biológicos y los efectos que la microgravedad y los vuelos espaciales podrían tener sobre ellos. La bioastronáutica es un área de investigación de la bioingeniería que abarca el estudio y el apoyo a la vida en el espacio. Hasta la fecha, siete programas espaciales nacionales han llevado animales al espacio: la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia, Argentina, China, Japón e Irán.

Se ha lanzado al espacio una gran variedad de animales, como monos y simios, perros, gatos, tortugas, ratones, ratas, conejos, peces, ranas, arañas e insectos. Estados Unidos lanzó vuelos con primates principalmente entre 1948 y 1961, con un vuelo en 1969 y otro en 1985. Francia lanzó dos vuelos con monos en 1967. La Unión Soviética y Rusia lanzaron monos entre 1983 y 1996. Durante las décadas de 1950 y 1960, el programa espacial soviético utilizó varios perros para vuelos espaciales suborbitales y orbitales[1].

El primer perro en el espacio

Crédito de los medios de comunicación: Vídeo cortesía de la NASAAl igual que los océanos abrieron un nuevo mundo para los barcos clíperes y los comerciantes yanquis, el espacio encierra hoy un enorme potencial para el comercio.  La Estación Espacial Internacional (ISS) tardó 10 años y más de 30 misiones en ser montada. Es el resultado de una colaboración científica y de ingeniería sin precedentes entre cinco agencias espaciales que representan a 15 países. La estación espacial tiene aproximadamente el tamaño de un campo de fútbol: una plataforma de 460 toneladas con tripulación permanente que orbita a 250 millas sobre la Tierra. Es unas cuatro veces más grande que la estación espacial rusa Mir y cinco veces más grande que el Skylab estadounidense.

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La idea de una estación espacial fue en su día ciencia ficción, existiendo sólo en la imaginación hasta que en la década de 1940 quedó claro que la construcción de una estructura de este tipo podría ser alcanzable por nuestra nación. Cuando comenzó la Era Espacial en los años 50, los diseños de “aviones espaciales” y estaciones dominaron los medios de comunicación populares. La primera estación rudimentaria se creó en 1969 mediante la unión de dos vehículos rusos Soyuz en el espacio, a la que siguieron otras estaciones y desarrollos de la tecnología espacial hasta que se inició la construcción de la ISS en 1998, con la ayuda de la primera nave espacial reutilizable jamás desarrollada: los transbordadores estadounidenses.

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El primer mono en el espacio

El 5 de mayo de 1961, el astronauta Alan Shepard se convirtió en el primer estadounidense -y el segundo hombre- en viajar al espacio cuando lanzó un vuelo suborbital de 15 minutos a bordo de la nave Mercury Freedom 7 de la NASA (el cosmonauta soviético Yuri Gagarin había completado una órbita de la Tierra el 12 de abril, unas tres semanas antes). Shepard, cuya misión inauguró la era de los vuelos espaciales tripulados estadounidenses, también se convirtió en el primer viajero espacial que controló manualmente la orientación de su nave, ya que el vuelo de Gagarin fue en gran medida automatizado.

Al demostrar la viabilidad de los viajes espaciales, Shepard inició un viaje que acabaría conduciendo a la exploración de Marte. Según la NASA, la exploración pacífica e internacional del espacio “comenzó con un solo paso en 1961” y continúa en la actualidad.

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Como todos los demás seres vivos que conocemos, los humanos evolucionaron en el fondo de un pozo de gravedad. Damos por sentado el tirón de la Tierra, y así lo hacen nuestros cuerpos. Así que no es sorprendente que nuestros cuerpos se comporten de forma extraña en órbita. Lo que sí es sorprendente es que los seres humanos se adapten notablemente a la gravedad cero (más exactamente, a la microgravedad). Después de todo, en 1961, los científicos soviéticos estaban realmente preocupados por la posibilidad de que un periodo prolongado de ingravidez fuera incluso mortal, razón por la que limitaron el primer vuelo espacial de Yuri Gagarin a sólo 108 minutos y una única órbita. (El récord de una misión de larga duración lo sigue teniendo el cosmonauta ruso Valeri Polyakov, que completó un viaje de 438 días a bordo de la estación espacial Mir en 1995). Las tripulaciones de la ISS ya están aprovechando al máximo esa experiencia, y sin duda la aumentarán.

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