Arroyo De La Miel, recorrido a pie, septiembre 2021
¿Te apasiona la vida de Federico García Lorca? ¿Quieres entender su obra y seguir sus pasos por el mundo? Ahora puedes hacerlo cómodamente desde el salón de tu casa, estamos a un solo clic.
Visitaremos virtualmente lugares como la casa familiar de Lorca en Valderrubio, el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada, la Residencia de Estudiantes de Madrid, Cadaqués, La Habana, el lugar donde fue detenido y, por supuesto, el Centro Federico García Lorca, entre otros.
Esta visita virtual está dividida en varios bloques que abordan su infancia, adolescencia, madurez, experiencia en el extranjero y su muerte y legado. Es un maravilloso viaje en el tiempo que nos lleva desde su ciudad natal hasta Nueva York y Buenos Aires y nos descubre al poeta andaluz más universal y a las personas que más le marcaron e inspiraron.
Hay visitas virtuales a lugares como la casa familiar de Valderrubio, el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada, la Residencia de Estudiantes de Madrid, Cadaqués, La Habana, el lugar donde fue detenido y, por supuesto, el Centro Federico García Lorca, entre otros. .
Philip Levine lee el homenaje de Rafael Alberti a Federico García
En 1916, tras aprobar el curso preparatorio común de Filosofía y Letras y Derecho, Federico García Lorca se matriculó en la Universidad. Aunque en un principio comenzó ambas carreras, más tarde, tras encontrar cada vez más dificultades para abordar ciertas asignaturas de Literatura, se decantó por Derecho, carrera en la que se graduó más por la suerte de ciertos profesores que por el estudio y la perseverancia. Lorca terminó la carrera en 1923, entre Granada y Madrid.
Las excursiones le llevaron a la literatura e inspiraron su primer libro, Impresiones y paisajes, publicado en 1918 y financiado por su padre. De los Ríos, que iba a tener una gran influencia en su vida, le animó a ir a Madrid a estudiar en la Residencia de Estudiantes y le dio una carta de presentación para Juan Ramón Jiménez.
Federico García Loca: Poeta español de renombre
En el verano de 1933, mientras Federico García Lorca seguía de gira con La Barraca, se estrenó Bodas de sangre en Montevideo y Buenos Aires por la compañía de Lola Membrives. La acogida fue de tal magnitud que la productora le invitó a trasladarse a América, dirigir un nuevo montaje y pronunciar varias conferencias ante un público expectante y entregado.
Lorca no lo dudó. El 29 de septiembre, a bordo del Conte Grande, partió hacia Buenos Aires en compañía del escenógrafo Manuel Fontanals. Tras dos escalas en Río de Janeiro y Montevideo, llegaron a Argentina el 13 de octubre. Entre ese mes y marzo de 1934 Lorca dirigió, además de Bodas de sangre, dos de sus obras más granadinas, Mariana Pineda y La mujer prodigiosa del zapatero, y una adaptación de El guiñol de don Cristóbal.
Tras pisar Sudamérica, se sorprendió al comprobar la popularidad que tenía en Argentina. Si el viaje a Nueva York en 1929 fue para el poeta el descubrimiento de la ciudad moderna que tanto marcó su obra, el viaje a Buenos Aires le reveló la verdadera dimensión de su literatura en Latinoamérica. Lorca concedió numerosas entrevistas y leyó e interpretó al piano la conferencia Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre. Con Pablo Neruda, entonces cónsul de Chile en Argentina, leyó la famosa conferencia en dos partes Charla conjunta sobre Rubén Darío.
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Entre junio de 1929 y marzo de 1930, el gran poeta y dramaturgo español Federico García Lorca visitó Nueva York. El principal legado tangible de ese viaje es un libro de poemas -Poeta en Nueva York- cuyo propio título parece nombrar un extrañamiento casi ontológico. Porque, al parecer, en el páramo capitalista y utilitario que es la Nueva York de García Lorca, no hay absolutamente ningún espacio para los poetas y la poesía. Ni para los españoles.
La Nueva York de García Lorca presenta un paisaje extraño, desolado, casi postapocalíptico, y el singular, solitario y desubicado poeta del título, se presenta como un denunciante a lo Jeremías de la violencia y el vacío de la ciudad caída. En una representación turbadora e inquietante, García Lorca parece encontrar el único signo de vida auténtica de la ciudad en su comunidad afroamericana: una comunidad con la que él, como poeta, se identifica, y a la que alinea con una naturaleza selvática primitivista de monos y serpientes, cebras y cocodrilos; una comunidad telúrica que de algún modo parece ser anterior -y de algún modo parece haber sobrevivido- al apocalipsis de números y ángulos rectos que es la Nueva York moderna.